La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad crónica, inflamatoria y degenerativa, inmunomediada, que afecta al sistema nervioso central. Su etiología precisa es desconocida, pero está bien establecido que factores genéticos y ambientales se asocian a su desarrollo y evolución. Uno de los factores ambientales y del estilo de vida destacados es la alimentación.
Desde hace décadas se han propuesto múltiples dietas para el tratamiento complementario de la EM, algunas restrictivas que se contraponen entre sí. Si bien en la actualidad existe evidencia insuficiente para determinar si la suplementación con antioxidantes u otras intervenciones dietéticas específicas tienen algún impacto en los resultados relacionados con la EM, existe creciente consenso acerca de que una dieta saludable basada en la disminución del consumo de productos animales, grasas saturadas, sal y alimentos procesados, junto con una preferencia por el consumo de granos enteros, y un mayor consumo de alimentos ricos en fibra como legumbres, verduras y frutas, pueden promover la salud general y conducir a una mejora percibida por el paciente, a menudo clínicamente significativa, de síntomas como fatiga y calidad de vida relacionada a la salud. Estos beneficios estarían relacionados con factores antiinflamatorios, cambios en la microbiota intestinal, mejoría de la salud general y las comorbilidades.
Las personas con EM (pcEM) tienen gran interés respecto a su alimentación e implementan cambios en la misma en un significativo porcentaje, muchas veces por auto experimentación, sin control o consejo médico, evidenciándose frecuentemente una brecha entre las expectativas de los pacientes y el accionar de los neurólogos tratantes.
El objetivo del estudio es evaluar los cambios en los hábitos alimentarios de personas con diagnóstico de EM en Argentina, su opinión, fuentes de información, percepción de efecto y la relación con la calidad de alimentación actual.
Materiales y métodos
Estudio observacional transversal basado en una encuesta online. Las pcEM fueron convocadas a través de una asociación de pacientes (Asociación Lucha contra la Esclerosis Múltiple, ALCEM) a responder una encuesta online. Todos los participantes debían tener 18 años o más, diagnóstico de EM, ser residente en Argentina y aceptar el consentimiento informado. El estudio fue aprobado por el comité de ética en investigación de nuestra institución como parte del protocolo “Estilo de vida en personas con esclerosis múltiple”.
Se recolectaron datos demográficos: residencia habitual, edad, sexo. Datos de la enfermedad: años de evolución, tipo de EM, grado de discapacidad según versión en español del Patient Determined Disease Steps (PDDS) que posee un puntaje de 0 (normal) a 8 (confinado a la cama), clasificándose entre 0-2: leve, 3-5: moderada y 6-8: grave.
Se realizaron preguntas con opciones múltiples con respecto a su opinión sobre la alimentación, la importancia en su salud general y la evolución de la enfermedad. También si había hablado con el neurólogo sobre el tema y qué percepción tiene de la importancia que le da ese profesional a la alimentación. Se consultó si había realizado algún cambio en su alimentación o realizaba una dieta especial por el diagnóstico, cuál había sido el cambio, si lo mantenía, el efecto que había percibido por realizarlo y cuál fue su fuente principal de información.
Discusión
El estudio revela que después del diagnóstico de EM, aproximadamente el 46.6% de los pacientes cambiaron sus hábitos alimentarios. Investigaciones previas en otros países sugieren que este cambio es frecuente, con porcentajes que oscilan entre el 31% y el 42%. Esta conducta también es habitual ante el diagnóstico de otras enfermedades crónicas como diabetes, patologías cardiovasculares, otras enfermedades autoinmunes y cáncer.
El análisis de calidad alimentaria indicó que aquellos que modificaron su dieta tienden a una alimentación más saludable en base a las recomendaciones para la prevención cardiovascular y la población general y para las personas con esclerosis múltiple. Los alimentos por acción directa o a través de la interacción con la microbiota intestinal y el tejido linfático asociado a las mucosas, pueden tener efectos proinflamatorios (por ejemplo los ácidos grasos saturados de origen animal, ácidos grasos hidrogenados de aceites vegetales, carnes rojas, bebidas dulces, carbohidratos refinados, alto contenido de sal) o antinflamatorios (polifenoles y carotenoides de origen vegetal, ácidos grasos poliinsaturados omega 3 presentes en el pescado, vitamina D y vitamina A, compuestos tioles, ácido lipoico y oligoelementos: selenio, magnesio). La ingesta calórica elevada, especialmente de carbohidratos refinados y azúcares, aumenta los niveles de insulina y las moléculas proinflamatorias. Por el contrario, la restricción calórica disminuye la lesión oxidativa y la activación de los linfocitos.
La obesidad y el síndrome metabólico predispone a los individuos a enfermedades inflamatorias inmunomediadas dado que el tejido adiposo secreta cientos de adipoquinas que incluyen citoquinas y otros mediadores. Esta inflamación crónica de bajo grado, predispone a mayor atrofia cerebral y cambios en sustancia blanca, alteración de la barrera hematoencefálica y aumento del riesgo de demencia. En esta serie los pacientes que modificaron su dieta tenían porcentaje significativamente menor de exceso de peso.
La mayoría de los que realizan cambios mantienen una dieta omnívora (51.5%), aunque un porcentaje menor adopta dietas específicas. Cabe destacar que la adopción de estas dietas restrictivas especiales aún no cuenta con suficiente evidencia para su recomendación y aunque podrían tener algún beneficio sobre los síntomas de la EM pueden predisponer a ciertos déficits nutricionales si no son debidamente controladas. También el uso de suplementos, más común entre los que modifican su dieta, carece de evidencia clínica suficiente. El más utilizado, la vitamina D, no demostró que sea efectiva para prevenir recaídas o la progresión de la discapacidad, aunque tendría un cierto efecto beneficioso sobre las nuevas lesiones de resonancia y parámetros en la calidad de vida.
La mayoría de los pacientes recibió información sobre alimentación de fuentes diferentes a los profesionales de la salud, principalmente de internet o redes sociales. Esto puede deberse a la percepción de los pacientes de que los neurólogos no consideran la alimentación como un aspecto importante en el manejo de la EM y que pocos profesionales hablan del tema en forma habitual. Un estudio que analizó los recursos disponibles en internet concluyó que la mayoría son basados en experiencias individuales, en algunos casos contradictorios y sin comprobación científica. Esto hace más necesario el asesoramiento profesional que incluye la participación de los neurólogos tratantes.
Por último, un dato a destacar es que un alto porcentaje mantuvo el cambio en su dieta y la mayoría percibió que dicho cambio ha mejorado su salud y bienestar. Este es un dato subjetivo y no puede ser tomado como evidencia de efectividad, pero se relaciona con el efecto beneficioso en la calidad de vida que se observó en estudios que han sido realizados con dicho objetivo.
Los resultados de este estudio deberán ser interpretados teniendo en cuenta las siguientes limitaciones: en primer lugar, los indicadores se construyen a partir de datos autorreportados, que podrían diferir de las mediciones objetivas o las realizadas con entrevista persona a persona. Sin embargo, la modalidad de varias de las preguntas utilizadas es similar a la empleada en la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo, la cual ha sido validada comparando las respuestas con mediciones físicas, químicas y antropométricas. Por otro lado, el uso de cuestionarios a distancia por internet ya ha sido utilizado en estudios sobre este tópico.
En resumen, los resultados indican que una proporción significativa de pacientes con EM cambió sus hábitos alimentarios después del diagnóstico, con efectos positivos percibidos en su salud y bienestar. Sin embargo, se necesita más investigación para respaldar la eficacia de ciertas intervenciones dietéticas y para mejorar la orientación y asesoramiento proporcionados por los profesionales de la salud en este campo.
Dr. Javier Hryb
Consultorio de Neuroinmunología Clínica y Enfermedades Desmielinizantes, Hospital Carlos G. Durand, Buenos Aires.
Servicio de Neurología, Hospital Carlos G. Durand, Buenos Aires.
Artículo original completo de la Revista Medicina Buenos Aires:
https://www.medicinabuenosaires.com/revistas/vol84-24/n5/836.pdf