Ante el diagnóstico de la esclerosis múltiple (EM) las personas relacionan la enfermedad con una dificultad física visible. Esta es una idea equivocada. Como muchas otras enfermedades crónicas y autoinmunes, pueden causar una amplia gama de síntomas, algunos más frecuentes que otros, algunos más visibles, otros invisibles, que marcan la calidad de vida diaria del paciente.
Los problemas invisibles causan un efecto profundo en el paciente sin ser evidentes para otras personas. Esto produce un gran impacto en aspectos físicos, emocionales y sociales del paciente con EM. Uno de los síntomas más difíciles de abordar es la fatiga. La fatiga en la EM se considera como una “discapacidad oculta”. Casi un 90% puede referir fatiga en el curso de la enfermedad y en un 80% referirla como uno de los síntomas más incapacitantes.
Definir cuáles son las causas exactas todavía es complejo. Esta se reconoce como un síntoma multifactorial que afecta negativamente diversos aspectos de la vida diaria, la capacidad laboral, el funcionamiento cotidiano, el rendimiento cognitivo y conductual, entre otros. La fatiga es una de las principales causas por la cual las personas con EM limitan sus horas de trabajo u optan por la jubilación temprana. Conocer y tratar este síntoma lo antes posible, resulta una prioridad. La fatiga puede ser física (motora), psicosocial o cognitiva. Nos vamos a centrar en esta última.
¿Qué es la fatiga cognitiva?
La fatiga cognitiva (FC) se define como la disminución del rendimiento cognitivo cuando realizamos una actividad sostenida. Se necesitará un mayor esfuerzo y tiempo para planificar una tarea. A medida que se aumentan las demandas cognitivas al cerebro en el tiempo, pueden presentarse dificultades para pensar, recordar, concentrarse, memorizar, encontrar palabras o planificar.
La fatiga cognitiva o también llamada fatigabilidad por algunos expertos puede clasificarse como fatiga cognitiva objetiva o subjetiva. La fatiga cognitiva subjetiva (FCs) se refiere a una sensación continua de agotamiento percibida por el paciente, pero en este caso no se ve afectado el rendimiento de la memoria, ni el lenguaje, ni el procesamiento visoespacial (o sea la habilidad de coordinar los movimientos con lo que uno puede ver).
En el caso de la fatiga cognitiva objetiva(FCo), el paciente presenta una disminución del rendimiento cognitivo durante la realización de una tarea y puede medirse a través del tiempo. El profesional puede objetivar el tiempo de tareas evaluando el tiempo de reacción, la precisión y la velocidad de procesamiento de la información en simples pruebas de alerta y vigilancia con escalas validadas.
La fatiga cognitiva no es un síntoma invisible aislado, con frecuencia se presenta con otros síntomas invisibles entrelazados, los cuales es necesario evaluar para conocer en qué medida interfieren en el paciente, entre ellos la depresión, ansiedad y la calidad del sueño. La fatiga cognitiva no siempre está asociada con el deterioro del rendimiento intelectual sino que puede ser modulada por rasgos individuales del paciente como la personalidad, los intereses y la motivación.
En los últimos años se ha reportado un alto índice de problemas anímicos que impactan en el funcionamiento cognitivo. Varios estudios sugieren que existe relación entre la fatiga y el estado de ánimo, y cómo se correlaciona con la fluctuación de la atención, la velocidad de procesamiento de la información, la memoria de trabajo y la capacidad del paciente para realizar múltiples tareas.
Comprender los predictores de la fatiga cognitiva puede servir de plataforma para el desarrollo de intervenciones dirigidas a este síntoma invisible. Últimos estudios evaluaron en qué medida la depresión, la ansiedad, la velocidad de procesamiento y la calidad del sueño pronostican o pueden predecir la FC subjetiva y objetiva. Llegaron a la conclusión de que la ansiedad es predictora de la FC subjetiva y que la depresión y el deterioro de procesamiento de la información tienen una fuerte influencia en ella. No observando predictores significativos en la FC objetiva.
¿Cómo podemos actuar sobre la fatiga cognitiva?
El rendimiento cognitivo se verá afectado presentando sensación de agotamiento o falta de energía. Es importante tomar descansos o cambiar a tareas cognitivas menos exigentes para poder disminuir la sensación subjetiva de fatiga. Múltiples intervenciones farmacológicas y no farmacológicas han sido propuestas a lo largo de los últimos años intentando aliviar este síntoma frecuente.
Las intervenciones farmacológicas que mostraron, según los estudios, algunos efectos significativos sobre la FC fueron los estabilizadores del ánimo, bloqueantes de canales de potasio (fampridina/dalfampridina), complejos vitamínicos (B12) y otros medicamentos de venta libre. A nivel experimental, en los últimos años se está estudiando la neuromodulación por estimulador eléctrico transcraneal para la fatiga en EM, pero todavía requiere estudios con mayor evidencia científica.
La lista de las intervenciones no farmacológicas es mucho más amplia, con investigaciones sobre FC más limitadas:
- Intervención educativa: Esta intervención presenta múltiples enfoques, asesoramiento al paciente sobre la FC, higiene del sueño, autocontrol de la fatiga e intervenciones de ahorro o conservación de energía, programas de rehabilitación neuropsicológica y meditación.
Incorporar material educativo y personal capacitado en este tema, puede ser clave para el autocuidado de la fatiga a fin de reducir los efectos negativos de la fatiga cognitiva.
- Intervención con ejercicios: Según varios estudios, los pacientes con fatiga cognitiva mostraron cambios significativos después de realizar un lapso de tiempo entrenamiento de resistencia muscular respiratoria, caminar al ritmo de la música, caminar con aplicaciones móviles que cuentan pasos, entrenamiento combinado aeróbico y con Pilates. Otros estudios muestran resultados con Yoga de resistencia aeróbica, fisioterapia y terapia conductual Mindfulness.
- Intervención en la dieta: El apoyo de un nutricionista puede ayudar sobre consejos relacionados con la organización de comidas y alimentos específicos que pueden aumentar o disminuir los niveles de energía.
La mayor complejidad de cada una de estas intervenciones no farmacológicas es sostenerlas en el tiempo. Requiere flexibilidad para que las persona con EM integren estas actividades en su rutina diaria.
No hay aún suficiente evidencia que defina cuál intervención es más apropiada y efectiva para el manejo de la fatiga cognitiva. Se necesita más investigación en este campo.
Es indudable que la tecnología digital va a tener un aporte interesante en esta área, sobre todo en la valoración de síntomas no visibles. Permitirá a los profesionales adoptar medidas y tratamientos apropiados de forma oportuna y personalizada, así como brindar información más amplia y detallada para la toma de decisiones terapéuticas y el seguimiento del paciente.
Es esencial que las personas con EM puedan comunicar este síntoma invisible, para que el profesional de salud pueda abordarlo con un enfoque personalizado y brinde al paciente y a sus cuidadores toda la información necesaria para mejorar la calidad de vida de las personas con EM.
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Dra. Adriana Tarulla
Médica Neuróloga - Neuroinmunóloga.
Hospital Gral. de Agudos P. Piñero (MSCBA)
Coordinadora Programa de Neurociencia Buenos Aires (NCBA)
Subsecretaria Planificación Sanitaria y Gestión en Red (SSPSGER-MSGC)
