Actualmente, se reconoce que las personas con esclerosis múltiple (EM) tienen una esperanza de vida entre 5 y 10 años menor que la población general. Sin embargo, este panorama está cambiando gracias a los avances en la investigación, las mejoras en el proceso diagnóstico y el surgimiento de nuevos tratamientos.
Este cambio ha llevado a un aumento en la cantidad de personas con EM que alcanzan la tercera edad. Por ejemplo, un estudio reciente mostró que alrededor del 90 % de los adultos con EM pueden vivir hasta los 70 años o más. Este incremento en la expectativa de vida ha generado un mayor interés en investigar las características particulares de las personas adultas mayores con EM, un campo que aún no se ha explorado por completo. Entre estas características, se destaca el funcionamiento cognitivo.
El envejecimiento es un proceso natural que experimentan todas las personas, pero su impacto puede variar en función de la salud y las condiciones individuales. En enfermedades como la EM, este proceso puede tener efectos específicos debido a las características propias de la enfermedad y su tratamiento. Las personas con EM pueden experimentar cambios únicos que afectan la forma en que envejecen, así como sus necesidades médicas y de apoyo.
A medida que envejecemos, nuestro cerebro se vuelve menos capaz de reparar el daño en la mielina, una sustancia esencial para la comunicación entre las células nerviosas. En el caso de la EM, esta capacidad de reparación se ve especialmente afectada, lo que dificulta la recuperación neuronal después de los ataques inflamatorios característicos de la enfermedad. La remielinización, que es el proceso de formación de nuevas capas de mielina después de que se daña la capa original, se ve comprometida en la EM debido a la reducción de la neuroplasticidad en el cerebro envejecido.
Por otro lado, el envejecimiento del sistema inmunológico, conocido como inmunosenescencia, también puede jugar un papel en el empeoramiento de la inflamación neuronal y la falla en la remielinización. La inmunosenescencia provoca daño en el ADN y puede aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas al promover la inflamación crónica y reducir la capacidad de regeneración del sistema nervioso central.
En cuanto al funcionamiento cognitivo, sabemos que algunas habilidades como la memoria, la atención y el lenguaje tienden a disminuir con la edad en la población en general. Sin embargo, en el envejecimiento de las personas con EM, este declive puede ser aún más marcado. Las personas con EM generalmente pueden enfrentar dificultades para recordar información reciente, mantener la atención por períodos prolongados o procesar la información de manera rápida y eficaz. Estos cambios pueden afectar su capacidad para llevar a cabo tareas diarias y mantener una calidad de vida satisfactoria.
Los estudios científicos han demostrado que los adultos mayores con EM experimentan un mayor deterioro cognitivo en comparación con las personas jóvenes con EM, así como con las personas de la misma edad sin la enfermedad. Se ha investigado el perfil cognitivo específico de las personas adultas mayores con EM, y la mayoría de los estudios coinciden en que no hay diferencias en el tipo de alteración entre jóvenes y adultos, sino que en estos últimos el porcentaje de alteración es mayor.
Un estudio reciente que realizamos en el Centro Universitario de Esclerosis Múltiple (CUEM) del Hospital J. M. Ramos Mejía, que incluyó a 339 personas con EM, encontró que 83 eran adultos mayores de cincuenta años. Se comparó el desempeño cognitivo entre el grupo de personas jóvenes y el de adultos mayores en diferentes pruebas que evalúan las funciones cognitivas. Se observó que la prevalencia de alteración cognitiva en el grupo de jóvenes era del 43 %, mientras que en los adultos mayores era significativamente más alta, alcanzando el 59 %.
Al analizar el desempeño en cada dominio cognitivo en particular, encontramos que en ambos grupos predominaban las alteraciones en la velocidad de procesamiento, seguidas de alteraciones en la memoria verbal. El grupo de pacientes adultos mayores tenía más años de evolución de la enfermedad y mayor discapacidad física, variables que podrían interferir en los resultados encontrados.
En conclusión, nuestro estudio, junto con otros recientemente publicados, demuestra que el envejecimiento en personas con EM puede tener un impacto significativo en el funcionamiento cognitivo. Es fundamental evaluar y monitorear estos aspectos para proporcionar un tratamiento adecuado y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Además, es crucial destacar la importancia de la prevención. Llevar un estilo de vida saludable, que incluya una dieta equilibrada, ejercicio regular y actividades intelectualmente estimulantes, puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo.
Investigaciones han demostrado que estos hábitos no solo contribuyen a la salud general, sino que también pueden ralentizar el avance de los síntomas cognitivos asociados con la EM. Por último, seguir correctamente el tratamiento indicado por el médico es esencial. Una adherencia estricta al plan de tratamiento mejora la progresión de la enfermedad y tiene un impacto positivo en todos los aspectos de la vida de las personas con EM.
Autores: Lic. M. Bárbara Eizaguirre (CUEM) y Lucas Lapalma.